La Leyenda de Kshámenk
Gusinde describe "la historia de los delfines" de los selkam u onas, en la cual cuenta la transformación en delfines de dos familias llamadas Kemánta y Ksámen, mostrando la colaboración ante uno de ellos a punto de ahogarse.
"Una vez, una mujer recorría la playa, donde recogería peces. Tenía un oído muy agudo. Cuando prestó atención a lo que escuchaba, oyó un sordo bramido; parecía como si la tierra misma bramara. Todavía estaba muy lejos, pro se acercaba más y más. Continuó escuchando, y el bramido se acercaba continuamente. Sus padres y sus parientes no se habían dado cuenta de nada. Por eso, la mujer corrió apresuradamente a la choza de sus padres, y les dijo: '¡Allí en la playa he oído un bramido sordo! Todavía está muy lejos, pero se acerca más y más. ¿Qué cosa puede ser?'. A ello la gente le respondió: 'Nosotros no hemos oído nada de eso. ¿Qué cosa puede ser?'. De inmediato, todos corrieron a la playa. Allí ellos también escucharon el bramido sordo. Era como si la tierra bramara lejos, mar afuera, y las olas produjeran un gran fragor. La gente decía entonces: '¡Muy mal tiempo vendrá!'.
Es que siempre se presentaba así: cuando se acerca mal tiempo, se escucha antes un retumbar sordo y pesado en la lejanía, y la tierra tiembla. Por eso aquella gente decía '¡Ahora vendrá mal tiempo y caerá mucha nieve!'. Todos comenzaron a prepararse. na tormenta así siempre proviene del este (es decir: del sudeste).
Puesto que este sordo bramido se acercaba cada vez más, toda la gente fue presa del pánico. Aquella mujer, que siempre había tenido un buen oído, dijo a sus parientes: '¡Debemos asegurarnos y salvarnos de aquella tormenta!'. A ello sus parientes respondieron: 'Sí, debemos abandonar lo más rápidamente esta tierra. ¡Lo mejor será que vayamos al mar!'.
Pero Kemánta, el esposo de aquella mujer, no sabía nadar. Por eso dijo: 'Vosotros podéis ir al agua, pero yo subiré allí a esa roca. Cuando la tormenta haya pasado, regresaré al territorio de mi familia'. Su mujer respondió temerosa: 'Esto no es posible, ¡Debes venir con nosotros!'. Él le dijo: 'Déjame, no puede hacerse de otra manera. Más adelante iré hacia donde vive mi familia. ¡Es que no puedo seguirlos!'. Entonces su mujer lo apremió más aún y le dijo: ''¡Ven con nosotros!' ¡No podemos dejarte solo aquí! En aquel otro mundo (del agua) también se está muy bien. ¡Ven!'. Sin perder tiempo, sus cuñados lo tomaron de los brazos y lo bajaron de la roca. Pero cuando alcanzaron la playa, y él vio tan cerca el agua, tuvo nuevamente mucho miedo, porque no sabía nadar.
La gente lo apremiaba nuevamente. Otra vez lo tomaron de los brazos, y por tres veces tomaron ímpetu para entrar al agua. Pero una y otra vez, Kemánta se detenía a último momento y lograba zafarse hacia atrás. Por último, sus cuñados lo tomaron con más fuerza y lo arrojaron directamente al agua. Todos lo siguieron inmediatamente.
Kemánta se hundió. Pero sus parientes lo levantaron enseguida y lo elevaron por encima del agua. Sin embargo, él no podía sostenerse. Nuevamente se hundía, pero los otros lo levantaban cada vez. Y así las cosas siguieron por un largo tiempo.
Siempre que Kemánta se hundía, sus cuñados, los Ksámenk, lo levantaban inmediatamente por encima del nivel del agua. Todos se mantuvieron juntos. ¡Por último, Kemánta aprendió a nadar!...
Esto causó mucha alegría a toda la familia. Ahora todos continuaron nadando mar afuera. Y no volvieron a tierra firme. A partir de entonces se quedaron en su patria, el mar.
El temor a la nieve los había impulsado a penetrar en el mar. Mientras tanto, el poderoso Xóse, con toda su gente, se había acercado. Era la primera vez que aquel hombre poderoso llegaba a esa comarca. Aún hoy se anuncia mediante un sordo retumbar. Enseguida todos buscan protección de él, lo mismo que aquella mujer que tenía buen oído. Su padre había sido un gran hechicero, pero ella misma era muy perspicaz e inteligente.
Las familias de Ksámenk y de Kemánta se quedaron aquí en el mar, juntas para siempre. Se los puede ver a menudo, se encuentran muy a gusto allí. También se puede ver como Kemánta se eleva algo sobre la superficie del agua y luego se hunde nuevamente; entonces sus cuñados lo elevan otra vez. De ese modo suben y bajan constantemente cuando surcan el agua: pero Kemánta ya sabe nadar algo, ahora."
Si bien esta historia se cuenta como la creación de las orcas y los delfines no involucra en ninguna parte de este relato la palabra orca, tal como me lo confirmará mediante comunicaciones personales el licenciado Luis Abel Orqueda. Inclusive el nombre Ksámenk se suele encontrar escrito como Kshámenk.)
Fragmento sacado del libro "Orcas. Entre el Mito y la Realidad" de Juan Carlos López.
Gusinde describe "la historia de los delfines" de los selkam u onas, en la cual cuenta la transformación en delfines de dos familias llamadas Kemánta y Ksámen, mostrando la colaboración ante uno de ellos a punto de ahogarse.
"Una vez, una mujer recorría la playa, donde recogería peces. Tenía un oído muy agudo. Cuando prestó atención a lo que escuchaba, oyó un sordo bramido; parecía como si la tierra misma bramara. Todavía estaba muy lejos, pro se acercaba más y más. Continuó escuchando, y el bramido se acercaba continuamente. Sus padres y sus parientes no se habían dado cuenta de nada. Por eso, la mujer corrió apresuradamente a la choza de sus padres, y les dijo: '¡Allí en la playa he oído un bramido sordo! Todavía está muy lejos, pero se acerca más y más. ¿Qué cosa puede ser?'. A ello la gente le respondió: 'Nosotros no hemos oído nada de eso. ¿Qué cosa puede ser?'. De inmediato, todos corrieron a la playa. Allí ellos también escucharon el bramido sordo. Era como si la tierra bramara lejos, mar afuera, y las olas produjeran un gran fragor. La gente decía entonces: '¡Muy mal tiempo vendrá!'.
Es que siempre se presentaba así: cuando se acerca mal tiempo, se escucha antes un retumbar sordo y pesado en la lejanía, y la tierra tiembla. Por eso aquella gente decía '¡Ahora vendrá mal tiempo y caerá mucha nieve!'. Todos comenzaron a prepararse. na tormenta así siempre proviene del este (es decir: del sudeste).
Puesto que este sordo bramido se acercaba cada vez más, toda la gente fue presa del pánico. Aquella mujer, que siempre había tenido un buen oído, dijo a sus parientes: '¡Debemos asegurarnos y salvarnos de aquella tormenta!'. A ello sus parientes respondieron: 'Sí, debemos abandonar lo más rápidamente esta tierra. ¡Lo mejor será que vayamos al mar!'.
Pero Kemánta, el esposo de aquella mujer, no sabía nadar. Por eso dijo: 'Vosotros podéis ir al agua, pero yo subiré allí a esa roca. Cuando la tormenta haya pasado, regresaré al territorio de mi familia'. Su mujer respondió temerosa: 'Esto no es posible, ¡Debes venir con nosotros!'. Él le dijo: 'Déjame, no puede hacerse de otra manera. Más adelante iré hacia donde vive mi familia. ¡Es que no puedo seguirlos!'. Entonces su mujer lo apremió más aún y le dijo: ''¡Ven con nosotros!' ¡No podemos dejarte solo aquí! En aquel otro mundo (del agua) también se está muy bien. ¡Ven!'. Sin perder tiempo, sus cuñados lo tomaron de los brazos y lo bajaron de la roca. Pero cuando alcanzaron la playa, y él vio tan cerca el agua, tuvo nuevamente mucho miedo, porque no sabía nadar.
La gente lo apremiaba nuevamente. Otra vez lo tomaron de los brazos, y por tres veces tomaron ímpetu para entrar al agua. Pero una y otra vez, Kemánta se detenía a último momento y lograba zafarse hacia atrás. Por último, sus cuñados lo tomaron con más fuerza y lo arrojaron directamente al agua. Todos lo siguieron inmediatamente.
Kemánta se hundió. Pero sus parientes lo levantaron enseguida y lo elevaron por encima del agua. Sin embargo, él no podía sostenerse. Nuevamente se hundía, pero los otros lo levantaban cada vez. Y así las cosas siguieron por un largo tiempo.
Siempre que Kemánta se hundía, sus cuñados, los Ksámenk, lo levantaban inmediatamente por encima del nivel del agua. Todos se mantuvieron juntos. ¡Por último, Kemánta aprendió a nadar!...
Esto causó mucha alegría a toda la familia. Ahora todos continuaron nadando mar afuera. Y no volvieron a tierra firme. A partir de entonces se quedaron en su patria, el mar.
El temor a la nieve los había impulsado a penetrar en el mar. Mientras tanto, el poderoso Xóse, con toda su gente, se había acercado. Era la primera vez que aquel hombre poderoso llegaba a esa comarca. Aún hoy se anuncia mediante un sordo retumbar. Enseguida todos buscan protección de él, lo mismo que aquella mujer que tenía buen oído. Su padre había sido un gran hechicero, pero ella misma era muy perspicaz e inteligente.
Las familias de Ksámenk y de Kemánta se quedaron aquí en el mar, juntas para siempre. Se los puede ver a menudo, se encuentran muy a gusto allí. También se puede ver como Kemánta se eleva algo sobre la superficie del agua y luego se hunde nuevamente; entonces sus cuñados lo elevan otra vez. De ese modo suben y bajan constantemente cuando surcan el agua: pero Kemánta ya sabe nadar algo, ahora."
Si bien esta historia se cuenta como la creación de las orcas y los delfines no involucra en ninguna parte de este relato la palabra orca, tal como me lo confirmará mediante comunicaciones personales el licenciado Luis Abel Orqueda. Inclusive el nombre Ksámenk se suele encontrar escrito como Kshámenk.)